Reflexión de Delia Azerboni que nos convoca a pensar juntos...
¿Se evalúa en tiempos de no presencialidad? Sí. Sin duda.
Claro… necesariamente tenemos que precisar conceptos para interpretar el porqué de esta respuesta.
Evaluar implica un proceso reflexivo, sistemático y riguroso mediante el cual se obtiene, elabora, proporciona y distribuye información con el fin de emitir un juicio valorativo para la toma de decisiones, que atiende al contexto, y considera globalmente las situaciones.
Acreditar significa reconocer (certificar) el logro de los alumnos en un espacio curricular, como resultado de diferentes tareas y actividades, mediante trabajos que produzcan, construyan y reconstruyan.
Mediante la evaluación sistemática se aprecian tanto los procesos que ponen en juego los estudiantes para aprender y apropiarse de contenidos desarrollando sus capacidades, como las intervenciones y propuestas didácticas de los educadores. Al enseñar y aprender la interacción entre estudiantes y educadores es recíproca. El educador toma decisiones para continuar en lo planificado de acuerdo con la información que recoge de las respuestas de los estudiantes o para rediseñar la propuesta y hacer las adecuaciones necesarias. La no presencialidad permite evaluar. Todo depende de las propuestas que el educador realice.
¿Propone experiencias significativas, auténticas y socialmente relevantes? ¿Propone situaciones para la vida, problemas, que admitan distintas soluciones, dando oportunidad para que cada estudiante tome un camino posible? ¿Aborda temáticas complejas, que faciliten multiplicidad de relaciones entre conceptos, ideas, situaciones, experiencias y resolverlas interactiva-colaborativamente?
¿Hace propuestas interdisciplinarias, globalizadoras, vinculadas con la realidad, aprovechando las oportunidades que ofrece el territorio? ¿Evita la fragmentación?
¿Encuadra sus prácticas de enseñanza en el desarrollo de capacidades a través del abordaje de los contenidos? ¿Se interesa en el desarrollo de las potencialidades de los estudiantes para enfrentar la realidad en condiciones más favorables? ¿Son estos sus propósitos?
Afirmamos que se tiene que evaluar lo que se enseña; entonces, si se evalúa aquello que se enseña, podrá ir evaluando a sus estudiantes de acuerdo con la situaciones de trabajo, actividades, tareas, producciones que les proponga.
Los encuentros sincrónicos y asincrónicos, planificados y analizados, permiten tomar las decisiones adecuadas para continuar la enseñanza.
¿Qué pide Ud. a los estudiantes? Si las consignas proponen responder desde la reproducción ha de evaluar lo que los estudiantes recuerdan y memorizan. Si las consignas se vinculan con utilizar o aplicar conceptos, se evalúa qué procesos se ponen en juego el aplicar los contenidos. Si el educador propone realizar una producción en la cual se espera la construcción de significados, eso será lo que se evalúe. Si el estudiante recibe una consigna en la cual la acción pasa por valorar o evaluar aspectos de situaciones problemáticas, el educador evaluará de qué modo el estudiante responde a la valoración; y por último, y como procesos más complejos de esta cadena que fui mencionando, el educador evaluará de qué modo el estudiante es capaz de crear algo en función y teniendo en consideración los contenidos abordados.
Así el educador -al evaluar- podrá tener en cuenta procesos tales como observar, deducir, comparar, distinguir, preguntar, hacer inferencias, describir, comunicar, indagar, relatar, reconocer, identificar, narrar, exponer, producir, realizar experimentos, sistematizar, etc., etc., todos procesos que involucran capacidades planteadas en la mayoría de los diseños curriculares.
Tenemos que advertir -tanto desde la no presencialidad como en la presencialidad-, si la evaluación es auténtica. Y lo es si conecta la experiencia educativa con asuntos relevantes de la vida personal y social, si considera la adquisición de conocimientos, el desarrollo de habilidades y la capacidad de aplicar estos recursos en diversas situaciones, si evalúa aprendizajes en contextos determinados, situaciones del mundo real, en problemas significativos, y respetando particularmente el territorio en el cual las clases no presenciales se desarrollan.
Para realizar una evaluación que sea potente y pertinente para los estudiantes, nos debemos preguntar ¿saben los estudiantes qué se espera de ellos en la resolución de la propuesta? El educador ¿lo ha planteado al proponer la actividad? ¿Ha realizado retroalimentación a lo largo de las actividades sincrónicas o asincrónicas con devoluciones que les permita a los estudiantes revisar, corregir, rediseñar su producción? El educador ¿les ha propuesto a los estudiantes una autoevaluación?
El educador tendrá que pensar al realizar su planificación globalizadora, articulada, interdisciplinaria, con qué criterios va a evaluar. ¿Cuáles serán sus indicadores de avance? ¿Qué herramientas, usará?
En la medida que las propuestas involucren proyectos, exposiciones, producciones multimediales que muchos estudiantes conocen y ya usan interactiva y creativamente con sus amigos, análisis de casos o situaciones, portfolios, creación/análisis de obras de artes, uso/ selección/análisis de datos de las páginas web, análisis/crítica y/o producción de fotos, videos, informes, relatos, intervención en juegos, uso de portales, cartillas, etc. etc., podrá evaluar más allá de la mera reproducción.
En estas líneas he querido destacar que las actividades de evaluación se realizan al tiempo que se enseña, y por ende se verán como actividades de enseñanza transformadas.
Destaquemos: en la no presencialidad o en la presencialidad, la evaluación es parte de la enseñanza y del aprendizaje. “La nota” surge de ello.
Institucionalmente, en esta etapa tan compleja, ¿se interesan por la evaluación? ¿O ponen el foco en “la nota”?
Colega ¿cuál es su perspectiva?
Seguiremos en otro momento con “reflexiones desde la no presencialidad”.…