miércoles, 3 de junio de 2020

Laura Lewin, seguir enseñando









"¿Cómo voy a  enseñar a través de una pantalla?"
"Imposible!" "Se necesita lo presencial...".
Y lo que parecía imposible o muy difícil, lo fuimos logrando.
Fuimos entendiendo que ni lo 100% presencial, ni lo 100% virtual era tal vez lo ideal. Que no se puede pasar de la noche a la mañana sin pasar por el amanecer.
Pero esto es lo que hay hoy en medio de una pandemia.
Con la gran desigualdad que existe en nuestros países, con alumnos o docentes que no pueden acceder a una clase online por problemas de conexión o por no tener dispositivos móviles, enseñar y aprender de manera virtual es un lujo.
Y si bien llevó tiempo,  aprendimos.
Aprendimos que no podemos simplemente enviar consignas, tareas, ejercicios o pdf con preguntas, porque enviar actividades únicamente no construye aprendizajes.
Aprendimos que debíamos generar un diálogo, un ida y vuelta aceitado, con mucha instancia de retroalimentación, para que los alumnos pudieran intentarlo nuevamente y así aprender que a través del esfuerzo y la perseverancia pueden lograr sus objetivos, y mejorar.
Aprendimos que necesitamos vernos la cara. Por eso la interacción a través de las pantallas es tan importante. Los chicos deben trabajar entre ellos, en pares, en grupos, y por eso debemos generar experiencias individuales, de a dos, en grupos pequeños y grandes.
Recordamos que educar es sostener vínculos, y por eso una mirada cómplice, una sonrisa o un pulgar para arriba tomaba otra dimensión. Y por eso, abrir la clase unos minutos antes para conectarnos, charlar, o simplemente vernos nos vinculaba más.
Aprendimos que somos un grupo, una comunidad, y que los pequeños ritos y rituales como sacarnos una fotos después de la clase, desayunar juntos antes de comenzar, o dejar un comentario, palabra, frase o idea en el chat, nos unía.
Aprendimos también, que estos son momentos únicos para poner el foco en aprender (no en aprobar) y que está genial poder enfocarse también en otras habilidades, como el desarrollar la autodisciplina, el autogestionar el propio aprendizaje, planificar, priorizar, colaborar, pedir ayuda, etc.
Aprendimos que si bien en Argentina, en esta etapa, no debemos calificar, sí debemos evaluar y debemos hacerlo todo el tiempo, porque es la brújula que nos dice cómo vamos y cómo podemos hacerlo mejor  (alumnos y docentes).
Somos docentes, y educamos independientemente de las circunstancias. Pasamos de ser docentes que enseñan, a docentes que aprenden. Y aprendimos.
Aprendimos que la clase virtual tiene otra lógica, otros tiempos, pero que cuando le ponemos todo nuestro corazón, entuasiasmo y pasión, podemos atravesar la pantalla, humanizarla y generar emoción.

Laura Lewin